Cuando tenía la corta edad de cinco años, Julieta y otros niños fueron enviados al espacio con el objetivo de que cuando crezcan sean capaces de colonizar Teegarden, un planeta aparentemente habitable, pero… ¿cómo se desarrolla una persona lejos de sus padres, de su hogar, de absolutamente todo?

Julieta

    Dicen que después de la lluvia sale el arcoíris, pero nadie te enseña que después de la paz viene la guerra.

    Nos encontrábamos festejando el cuarenta aniversario de nuestra partida de la Tierra. El alcohol en la nave era limitado, tenemos un ecosistema artificial que nos genera alimento y agua potable, pero no de agave, estábamos guardando los licores para una ocasión especial, y ¿qué mejor que esa fecha? El problema fue que no pusimos un hasta aquí. En menos de tres horas nos acabamos aquel elixir, y con la escases de este, aparecieron los problemas. Empezamos a echarnos la culpa unos a otros en lugar de apreciar el goce que tuvimos. Lo más raro fue aquel chico, me veía con ojos de lujuria. Romeo se puso celoso…

    —¡Oye, eso no pasó así! Yo no soy el malo del cuento —le dijo Romeo que estaba a unos metros.

    —Así es como yo lo recuerdo. Además, esta videohistoria se llama Julieta, no Romeo. Te guste o no, es mi versión.

    —Qué bueno que no nos piden hacerla juntos, de lo contrario sonaría demasiado novelesco.

    —Sabes qué Romeo y Julieta en realidad es una tragedia, ¿verdad? Así como por su longitud no cumple que se le nombre por ese título. Y por más que nos llamemos así, no es otra cosa más que una tonta coincidencia. Yo no tengo la culpa que mi padre me haya puesto este nombre, de hecho, Julieta es más común que el tuyo. En todo caso es tu problema.

    —Y yo no tengo la culpa que el destino nos haya juntado. De las millones de Julietas que existen, ¿por qué tú te apareciste en mi vida?

    —Deja las cursilerías para los cuentos de hadas, ¿puedo seguir mi videohistoria?

    —Sólo si la cuentas como de verdad pasó.

    —Sabes que no puedo hacer eso, es un secreto que juramos guardar.

    —Eso fue porque ganaste el volado. Yo quiero contarla con lujo de detalle. De todas formas para cuando lo vean, seguramente ya estaremos muertos.

    —¡No seas pesimista! —agregó Julieta. Se arregló el cabello frente a la cámara y le apretó el botón de continuar transmisión—. Perdona la interrupción. Estoy desconsolada. Cuando pasas tanto tiempo con tan pocas personas, aunque no te caigan bien, se vuelven parte de tu vida.

    —No seas hipócrita. No pensaste eso cuando…

    —¡Te puedes callar! Sabes que esto no se puede borrar.

    —Lo sé, por eso lo hago.

    —Disculpa, como verás, Romeo sigue en mal estado. El objetivo de mi reporte es hacerte saber que el resto de la tripulación murió.

    —Querrás decir “mataste” —comentó Romeo con un ligero tosido que Julieta ignoró.

    —Está bien, te seré honesta. Se lo debo a sus familias, de todas maneras, era un viaje sin retorno. Después de tanto tiempo encerrados en una nave, la mente se vuelve loca. Primero quise asesinar a Romeo, pero me convenció de no hacerlo, dijo que sería más divertido con un aliado y no pudo estar más en lo cierto. Empezamos a matar uno a uno. Las reuniones eran lo máximo, pensaban que había un intruso, ¡qué un extraterrestre se metió de polizón!

    Es increíble que el ser humano pueda tener la verdad ante sus ojos, y aun así, tener la fe puesta en una mentira.

    A los familiares y conocidos de las víctimas, quiero decirles que no fue nada personal. Los juegos de mesa dejaron de ser divertidos el primer día, las conversaciones con el tiempo se volvieron monótonas, y la comida una vil porquería. Antes de juzgarnos, deben preguntarse, ¿qué hubieran hecho ustedes? ¿Cómo habrían pasado cuarenta años en un espacio tan reducido? Sin poder ver el sol, la luna, mucho menos las montañas y las nubes. Además de qué aquí el tiempo transcurre más lento. En unos años aterrizaremos en Teegarden y les daremos un entierro como se merecen.

    A los científicos involucrados en este proyecto, quiero comunicarles que este será el último mensaje que recibirán de mi parte. Basta de jugar a ser Dios, ¿quién carajos se creen para mandar a unos niños al espacio? Me arruinaron mi niñez con esta misión. Yo soñaba con ser veterinaria, no astronauta, y a pesar de negarme, hace 35 años me subieron a esta asquerosa nave. Probablemente nos volvamos Adan y Eva, matando la fauna existente para preservar la nuestra, o tal vez muramos del impacto, no lo sabemos y no les daremos el lujo de averiguarlo sin venir acá. Nuestros cadáveres los estarán esperando con los brazos abiertos.

    —Muy bonito discurso. No por nada te eligieron ser la vocera del equipo. Sólo hay un problema que no pensaste. Para aterrizar la nave necesitamos un piloto. ¿Cómo aprenderemos si les acabas de confesar tus pecados sin arrepentimiento?

    Cuando llegue el momento, despertaremos de la maquina criogenizadora al siguiente equipo. Les inventaremos cualquier historia. Con los libros, he descubierto que cuando tienes el poder de la narrativa, tienes el poder del convencimiento. Si la contamos como se debe, inclusive nos creerán que los dragones existen. Eso déjamelo a mí.

    —Y entonces, ¿yo qué haré?

    —Descansar. Fuiste útil en su momento, pero ahora sólo eres una molesta voz —dijo ella con firmeza mientras le clavaba una fierro con filo en el abdomen.

    —Lo siento, no es personal. En esta historia estás demás, pues se llama sólo “Julieta”.

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